sábado, 14 de julio de 2018

El tiempo.

APROXIMACIÓN FILOSÓFICA A LA COMPRENSIÓN DEL TIEMPO

El tiempo es un concepto que fácilmente desborda nuestra comprensión y que frecuentemente adquiere un valor trascendental que lo sitúa en el ámbito de la metafísica, lo cual ha dificultado a lo largo de la historia un acercamiento científico al mismo. No obstante, entender el fenómeno del tiempo siempre ha preocupado a los filósofos, astrónomos, físicos, psicólogos o neurocientíficos, entre otros.

¿Por qué nos fascina de esta manera?

La respuesta podría estar en el hecho de que posee la característica de la ubicuidad. El tiempo es tan intrínseco a cada uno de los sucesos que ocurren en la naturaleza que podemos encontrar ritmicidad o periodicidad tanto a niveles macroscópicos como microscópicos, por ejemplo

en las órbitas de los planetas,
los equinoccios,
años solares,
los periodos de día y noche,
la fotoperiodicidad de las plantas,
los ritmos circadianos en los animales,
los ciclos en la división de las células,
la frecuencia de las ondas electromagnéticas, las órbitas de los electrones en los átomos, etcétera.

Realmente, sería difícil imaginar como podría desarrollarse la vida al margen de la dimensión de tiempo.

En la mitología griega, encontramos la figura de  Cronos, el dios del tiempo. Cronos devoró a sus hijos para conseguir la inmortalidad. El tiempo también parece consumirlo todo, permaneciendo indestructible.

Desde la filosofía, Aristóteles creía en la existencia de un tiempo absoluto. Es decir, dos observadores, sean cualesquiera que sean sus circunstancias, obtendrían una misma medida de un intervalo de tiempo entre dos sucesos con la única condición de que tuvieran un reloj lo suficientemente preciso.

El tiempo se consideraba como un marco de referencia fijo, inmutable, sobre el que van sucediendo los acontecimientos. De este modo, era lógico pensar que el tiempo había existido desde siempre. Sin embargo, Kant (1781, véase Kant, 1966) niega al tiempo esa realidad absoluta que le concedía Aristóteles. Según Kant, “el tiempo es únicamente una

..... condición subjetiva de nuestra intuición humana (que es siempre sensible, es decir, en la medida en que somos afectados por objetos), y en sí mismo, fuera del sujeto, no es nada” [p. 32]1. Además, “el tiempo es la forma de la intuición de nosotros mismos y de nuestro estado interior. El tiempo no puede ser una determinación de los fenómenos externos, no pertenece ni a la figura ni a la situación, etcétera, sino que determina la relación de las representaciones en nuestros estados internos. Como esta..... intuición interior ....no tiene figura alguna, procuramos suplir esta falta por analogía y nos representamos la sucesión del tiempo con una línea prolongable hasta lo infinito, cuyas diversas partes constituyen una serie que es de una sola dimensión, y derivamos de las propiedades de esta línea todas las del tiempo excepto una: que las partes de las líneas son simultáneas, mientras que las del tiempo son siempre sucesivas” [p. 31]. En resumen, el tiempo existe como forma  a priori de la perceptibilidad, es decir, como condición de la posibilidad de nuestra percepción y previa a ella

. La subjetivación del tiempo de Kant constituye una aproximación muy importante para el estudio científico del tiempo, pues nos obliga a indagar en una de las estructuras básicas del aparato perceptual.

Desde la física, las ideas que han dominado el panorama científico durante cuatro siglos surgen en el contexto de la mecánica clásica. Newton, al igual que Aristóteles, era fiel defensor de la existencia de un tiempo y un espacio absolutos, de la misma manera que creía en la existencia de un Dios absoluto. No obstante, la teoría de la relatividad ha supuesto una gran revolución en la concepción científica sobre el tiempo. Pero, ¿cómo repercute esto en la aproximación psicológica al estudio del tiempo? Básicamente, con la teoría de la relatividad se introduce

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