APROXIMACIÓN FILOSÓFICA A LA COMPRENSIÓN DEL TIEMPO
El tiempo es un concepto que fácilmente desborda nuestra comprensión y que frecuentemente adquiere un valor trascendental que lo sitúa en el ámbito de la metafísica, lo cual ha dificultado a lo largo de la historia un acercamiento científico al mismo. No obstante, entender el fenómeno del tiempo siempre ha preocupado a los filósofos, astrónomos, físicos, psicólogos o neurocientíficos, entre otros.
¿Por qué nos fascina de esta manera?
La respuesta podría estar en el hecho de que posee la característica de la ubicuidad. El tiempo es tan intrínseco a cada uno de los sucesos que ocurren en la naturaleza que podemos encontrar ritmicidad o periodicidad tanto a niveles macroscópicos como microscópicos, por ejemplo
en las órbitas de los planetas,
los equinoccios,
años solares,
los periodos de día y noche,
la fotoperiodicidad de las plantas,
los ritmos circadianos en los animales,
los ciclos en la división de las células,
la frecuencia de las ondas electromagnéticas, las órbitas de los electrones en los átomos, etcétera.
Realmente, sería difícil imaginar como podría desarrollarse la vida al margen de la dimensión de tiempo.
En la mitología griega, encontramos la figura de Cronos, el dios del tiempo. Cronos devoró a sus hijos para conseguir la inmortalidad. El tiempo también parece consumirlo todo, permaneciendo indestructible.
Desde la filosofía, Aristóteles creía en la existencia de un tiempo absoluto. Es decir, dos observadores, sean cualesquiera que sean sus circunstancias, obtendrían una misma medida de un intervalo de tiempo entre dos sucesos con la única condición de que tuvieran un reloj lo suficientemente preciso.
El tiempo se consideraba como un marco de referencia fijo, inmutable, sobre el que van sucediendo los acontecimientos. De este modo, era lógico pensar que el tiempo había existido desde siempre. Sin embargo, Kant (1781, véase Kant, 1966) niega al tiempo esa realidad absoluta que le concedía Aristóteles. Según Kant, “el tiempo es únicamente una
..... condición subjetiva de nuestra intuición humana (que es siempre sensible, es decir, en la medida en que somos afectados por objetos), y en sí mismo, fuera del sujeto, no es nada” [p. 32]1. Además, “el tiempo es la forma de la intuición de nosotros mismos y de nuestro estado interior. El tiempo no puede ser una determinación de los fenómenos externos, no pertenece ni a la figura ni a la situación, etcétera, sino que determina la relación de las representaciones en nuestros estados internos. Como esta..... intuición interior ....no tiene figura alguna, procuramos suplir esta falta por analogía y nos representamos la sucesión del tiempo con una línea prolongable hasta lo infinito, cuyas diversas partes constituyen una serie que es de una sola dimensión, y derivamos de las propiedades de esta línea todas las del tiempo excepto una: que las partes de las líneas son simultáneas, mientras que las del tiempo son siempre sucesivas” [p. 31]. En resumen, el tiempo existe como forma a priori de la perceptibilidad, es decir, como condición de la posibilidad de nuestra percepción y previa a ella
. La subjetivación del tiempo de Kant constituye una aproximación muy importante para el estudio científico del tiempo, pues nos obliga a indagar en una de las estructuras básicas del aparato perceptual.
Desde la física, las ideas que han dominado el panorama científico durante cuatro siglos surgen en el contexto de la mecánica clásica. Newton, al igual que Aristóteles, era fiel defensor de la existencia de un tiempo y un espacio absolutos, de la misma manera que creía en la existencia de un Dios absoluto. No obstante, la teoría de la relatividad ha supuesto una gran revolución en la concepción científica sobre el tiempo. Pero, ¿cómo repercute esto en la aproximación psicológica al estudio del tiempo? Básicamente, con la teoría de la relatividad se introduce
un concepto que impulsa una definición del tiempo más ligada a los fenómenos naturales que a los metafísicos, que es la “flecha del tiempo” (Hawking, 1988; véase también Riba, 2002, para una breve introducción en castellano a la filosofía y física del tiempo). El concepto de tiempo siempre va ligado a la idea de cambio, por ejemplo, en el estado de la materia. Este cambio siempre ocurre en la dirección que apunta la flecha del tiempo, es decir, de “atrás” hacia “delante”, de “antes” a “después”. En principio, se postulan tres flechas del tiempo. La flecha termodinámica es la dirección del tiempo en la que el desorden o entropía aumenta. La flecha cosmológica es la dirección del tiempo en la que el universo está expandiéndose en lugar de contrayéndose. La flecha psicológica es la dirección en la que sentimos que pasa el tiempo, la dirección en la que recordamos el pasado pero no el futuro. La flecha psicológica pone de manifiesto que la Psicología tiene mucho que decir en el estudio del tiempo, como apuntaba Kant, al considerarlo como un fenómeno resultante de nuestra forma de percibir el mundo. Al respecto, Bertrand Russell (1992) considera que la memoria es esencial en la percepción del cambio, o sea, del tiempo: “Cuando miramos el reloj, podemos ver moverse el segundero, pero sólo la memoria nos dice que las manecillas de los minutos y las horas se han movido” [p. 220]. Por otro lado, la teoría de la relatividad también aporta el concepto de la dimensión “espacio-tiempo”, lo que manifiesta la necesidad de considerar conjuntamente ambos aspectos en el estudio de la cognición, ya que nuestro sistema cognitivo, como cualquier elemento de la naturaleza, está constantemente influido y limitado por la dimensión espaciotemporal del contexto. Así, del mismo modo que tradicionalmente se han estudiado procesos cognitivos ligados al espacio (percepción del espacio, atención, memoria o aprendizaje espacial), también es necesario estudiarlos en relación con el tiempo (véase también, Rosa y Travieso, 2002), porque ambas dimensiones se influyen de forma recíproca. De este modo, para comprender profundamente el fenómeno general de la percepción no sólo es importante la percepción del espacio sino también la percepción del tiempo, ya que espacio y tiempo son dos atributos indispensables de la percepción (Kubovy, 1981). En consecuencia, en el próximo apartado se profundiza en las aproximaciones psicológicas al estudio experimental de la percepción del tiempo. APROXIMACIÓN DESDE LA PSICOLOGÍA EXPERIMENTAL A LA PERCEPCIÓN DEL TIEMPO Desde un nivel computacional de explicación (Marr, 1982), es posible justificar el estudio del fenómeno de la computación del tiempo2, siguiendo una aproximación evolucionista. Desde esta perspectiva, la coordinación temporal en cuanto a secuenciación y cronometraje de los elementos constituyentes de procesos cognitivos o acciones motoras complejas, la representación perceptual coherente de los patrones temporales que presenta la sucesión de elementos en la naturaleza, o la anticipación temporal de la ocurrencia futura de acontecimientos, son aspectos de vital importancia para una adaptación exitosa al medio. De otra manera, escapa de nuestra comprensión imaginar un organismo cuyas interacciones con el ambiente no queden enmarcadas en las coordenadas espaciotemporales por las que se rigen los acontecimientos naturales (v.g., Lashley, 1951). Por tanto, la evolución de un sistema que sea sensible a la dimensión temporal parece un requisito básico para la supervivencia. La preocupación por el tiempo desde la Psicología se remonta prácticamente a los orígenes mismos de la disciplina. Por ejemplo, en el siglo XIX Külpe formu
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