lunes, 8 de octubre de 2018

Nutrientes inorgánicos

Nutrientes inorgánicos

Agua.

Tan simple como eso, el agua es un nutriente inorgánico indispensable para la vida, y es el mayor solvente conocido, que integra un alto porcentaje (más de un 60%) de nuestros cuerpos. Un ser humano puede sobrevivir semanas sin alimento, pero apenas días sin beber agua.
   
Sodio.

Este metal sumamente reactivo y abundante en el planeta compone de hecho nuestra sal común (Cloruro de sodio), y juega en el organismo un rol fundamental en la homeostasis y el transporte celular (bomba de sodio-potasio) para mantener estable el nivel de alcalinidad y acidez del cuerpo.

Potasio.

Esta es una de las sales vitales del organismo, junto al sodio y al magnesio. Es uno de los electrolitos, es decir, de las sustancias que intercambian los neurotransmisores del sistema nervioso central y que ayuda a la función muscular, incluso la cardíaca. Una reconocida fuente de potasio son la banana (cambur), las frutas cítricas y las uvas.

Calcio.

Mineral responsable del endurecimiento de los huesos y su grado de fortaleza, así como de muchos otros procesos metabólicos, el calcio debe ser consumido en la dieta diaria a través de alimentos lácteos o de vegetales de hoja verde oscura, como la espinaca o el espárrago.

Yodo.

El yodo es un elemento abundante en el mar y en los animales que extraemos del océano. De hecho, la gente alérgica a los mariscos suele serlo realmente al yodo, a pesar de que todos lo necesitamos para el correcto funcionamiento de la tiroides, una glándula endocrina de las más importantes del cuerpo. Fuentes vegetales (y menos alergénicas) de yodo son el repollo, el coliflor, la col de Bruselas.

Hierro.

De este mineral está hecho el corazón de la tierra y buena parte de su corteza. En nuestro caso, lo requerimos en pequeñas dosis para construir la hemoglobina que transporta la sangre oxigenada a los confines del cuerpo, así como para otros compuestos de importancia. Fuentes conocidas de hierro en la dieta son la carne, los huevos, las frutas deshidratadas y las legumbres secas.

Fósforo.

Muy vinculado con el calcio, este elemento constituye cerca del 1% del peso total de una persona, y forma parte de sus huesos y dientes, así como de la química del cerebro. Su absorción crece en presencia de vitamina C o vitamina A y se le puede ingerir comiendo pescados, aves y lácteos, o frutos secos.

Selenio.

Mineral antioxidante, que integra la vitamina E, ampliamente estudiado como terapia frente al envejecimiento y como posible terapia de incremento de fertilidad masculina. Carne y pescado son sus mejores fuentes de consumo.

Manganeso.

A los márgenes de este mineral se le atribuyen muchas capacidades cognitivas y cerebrales, como la memoria, la lucidez y también funciones menos mentales, como la producción de hormonas sexuales, la asimilación de vitamina E y la producción de cartílago. Está repartido ampliamente en el universo dietético, pero en líneas generales los vegetales, la carne y los lácteos son ricos en este elemento.

Magnesio.

Una sal mineral de suma importancia para el balance electrolítico del cuerpo, junto al sodio y al potasio. Es necesario en más de 300 reacciones bioquímicas del cuerpo y puede hallarse en la sal del mar, pero también en los huesos y en las dinámicas energéticas celulares.

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